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jueves, 14 de febrero de 2013

LAS CRISIS

A lo largo de la vida, intentamos, como personas, familias y/o sociedad, vivir lo más establemente posible. A esto se le conoce en psicología como «homeóstasis». Sin embargo, hay momentos en los que debemos enfrentarnos a situaciones inesperadas o esperadas, las cuales interrumpen el estado de homeóstasis y provocan las «crisis». 

Los sucesos no esperados suelen crear un momento de desequilibrio emocional y pueden ser muy variados: desde un despido laboral, un divorcio, un embarazo no deseado, un accidente de tránsito, el abandono de la pareja, hasta una enfermedad, etc... A su vez, las situaciones esperadas como un embarazo, el inicio de la etapa escolar/adolescencia o el matrimonio de una hija, pueden provocar también una crisis, aunque en este caso es esperada (prevista). 

En los dos casos el factor común es el cambio que la persona o familia se ve forzada a vivir. Éstos, provocan la interrupción del sistema de vida acostumbrado que hace necesaria la reorganización para adaptarse a la nueva situación. 

El problema viene cuando el cambio es percibido como un factor negativo, entonces provoca dolor emocional, pues sentimos que la situación nos paraliza o interrumpe el desarrollo de nuestra vida. En los casos en que el cambio se divisa de una manera extremadamente negativa, nos provoca sentimientos depresivos y disminución de las habilidades cognitivas, como la memoria, la concentración o la capacidad de decisión. Si el cambio —o situación inesperada— se considera como algo positivo que nos obligará a crecer y mejorar, entonces el nivel de la crisis emocional será menor y podremos superarla de forma más rápida. 

Inicialmente, las crisis —esperadas o inesperadas— nos obligan a tratar (ya sea de forma consciente o inconsciente) de recobrar el estado previo para volver a recuperar la homeóstasis. Por ello, lo primero que experimenta una persona es un momento de negación: «No puedo creer que esto me haya pasado a mí, ahora cuando todo estaba tan bien.» (Ej: despedida del trabajo), entonces se da cuenta que no puede volver al estado de vida previo a la situación y sufre una crisis emocional. 

Seguidamente se pasa por una etapa de impacto, cuando uno nota la imposibilidad de resolver el conflicto. Se eleva el nivel de tensión, al ser consciente del evento e intenta, resolverlo y/o asimilarlo. Si esto no se consigue, la crisis que se desarrolla es mayor. 

Las personas podemos vivir en una situación de crisis unos días, incluso, hasta seis semanas, pero si en este espacio de tiempo no se supera, la crisis se convertiría en “crisis no resuelta” de forma prolongada o permanente. Al hacerse crónica (ej: una mujer cuyo esposo la maltrata constantemente), puede provocar desórdenes emocionales de mayor impacto, los cuales requerirán de ayuda profesional. 

En el período intermedio de la crisis se experimenta confusión emocional, intelectual, relacional y afectiva. La persona es invadida por diferentes emociones: llanto, ira, tristeza, etc, respuestas normales y naturales del ser humano frente a una situación de crisis. Es recomendable poder expresar los sentimientos de una manera que ayude con el proceso de asimilar la pérdida o el cambio forzado que conlleva la crisis, ya que si éstos no son expresados de forma apropiada, puede llevar a incurrir en interiorizar o reprimir la crisis, pudiendo provocar después una depresión mayor o el asumir conductas auto-destructivas o violentas (consumo de alcohol, abandono de la pareja o familia, agresión física a otras personas o a sí mismo…) 

La penúltima etapa, es cuando la persona empieza el proceso de aceptación. Es cuando uno intenta integrar a su vida cotidiana la experiencia de pérdida o de cambio. La crisis vivida deja de verse como una situación paralizante y es percibida como una realidad a la cual corresponde adaptarse. Por ejemplo: si se ha sufrido un despido laboral se lo percibe no como una acción caprichosa en contra de la persona, sino como resultado de un problema empresarial. Esta objetividad disminuye el enfado o tristeza y facilita el proceso de aceptación realista. A su vez, la autoimagen de la persona deja de ser percibida en forma subjetiva y negativa y puede llegar a aceptar que se posee tanto valores como deficiencias. 

La superación de la crisis se logra cuando la persona, de forma individual o con ayuda, vuelve a reorganizar su estado emocional y su vida en general. Consiguiendo volver a vivir en cierto grado, en el nivel de funcionalidad y homeóstasis que se vivía en el momento previo a la crisis. La idea no es negar la pérdida, el cambio o la transición, sino aceptarlo, manifestar el sentimiento experimentado y asimilar el evento de forma realista. 
“Cuando una puerta de la felicidad se cierra, otra se abre; pero a veces estamos viendo tanto tiempo la puerta cerrada que no vemos la otra que se ha abierto para nosotros.” 

¡NOSOTROS PODEMOS AYUDARTE! 

4 comentarios:

  1. Muy interesante. Es fundamental la aceptación, el evitar luchar batallas que ya están perdidas, y centrarse en lo que sí puede hacerse.

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  2. Sí la aceptación es básica y después viene el análisis de las posibles soluciones.

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  3. muy acertado desarrollo del tema gracias

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