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viernes, 10 de mayo de 2013

EL OASIS

En un oasis escondido entre los más lejanos paisajes del desierto, se encontraba el viejo Eliahu de rodillas, a un costado de algunas palmeras datileras. 

Su vecino Hakim, el acaudalado mercader, se detuvo en el oasis a abrevar sus camellos y vio a Eliahu transpirando mientras parecía cavar en la arena. 

- ¿Qué tal anciano? La paz sea contigo-. 

- Y contigo – contestó Eliahu sin dejar su tarea. 

- ¿Qué haces aquí, con esta temperatura y esa pala en las manos?-. 

- Siembro - contestó el viejo. 

- ¿ Y qué es lo que siembras aquí? - . 

- Dátiles – respondió él mientras señalaba a su alrededor el palmar. 

- ¡¡Dátiles!! - repitió el recién llegado y cerró los ojos como quien escucha la mayor estupidez. - El calor te ha dañado el cerebro, querido amigo. Ven, deja esa tarea y vamos a la tienda a beber una copa de licor -. 

- No, debo terminar la siembra. Luego si quieres beberemos… -. 

- Dime amigo, ¿cuántos años tienes? -. 

- No sé… sesenta, setenta, ochenta.. lo he olvidado, pero.. ¿eso importa? -. 

- Mira, los datileros tardan más de 50 años en crecer y hasta que no son palmeras adultas, no están en condiciones de dar frutos. Yo no estoy deseándote el mal y lo sabes, ojalá vivas hasta los 101 años, pero sabes que difícilmente podrás llegar a cosechar algo de lo que hoy siembras. Deja eso y ven conmigo -. 

- Mira Hakim, yo como los dátiles que otro sembró, otro que tampoco soñó con probar esos dátiles. Yo siembro hoy, para que otros puedan comer mañana los dátiles que planto… y aunque sólo fuera en honor de aquel desconocido, vale la pena terminar mi tarea - . 

- Me has dado una gran lección, déjame que et pague con una bolsa de monedas esta enseñanza que hoy me diste – y diciendo esto, Hakim le puso en la mano al viejo una bolsa de cuero. 

- Te agradezco tus monedas amigo. Ya ves, a veces pasa esto, tú me pronosticabas que no llegaría a cosechar lo que sembrara, parecía cierto y sin embargo, mira, todavía no he terminado de sembrar y ya coseché una bolsa de monedas y la gratitud de un amigo -. 

- Tu sabiduría me asombra anciano. Ésta es la segunda lección que me das hoy y es quizás más importante que la primera. Déjame pues que pague la lección con otra bolsa de monedas-. 

- Y a veces pasa esto también –siguió el anciano y extendió la mano mirando las dos bolsas de monedas – sembré para no cosechar y antes de terminare de sembrar ya coseché no sólo una sino dos veces!!-. 

- Ya basta viejo, no sigas hablando. Si sigues enseñándome cosas, tengo miedo de que no me alcance toda mi fortuna para pagarte…-. 


Este pequeño cuento nos muestra y confirma la famosa frase: “quién siembra recoge”, pero a la vez también nos enseña que siempre hay quiénes se benefician de ello e intentan con palabrería “barata”, aprovecharse de nuestra buena fe y “falsa” ignorancia, haciéndonos ver que tienen la verdad absoluta y que saben más que nosotros mismos. Cuando si bien es cierto que podría ser así, también lo es el hecho de que cada uno de nosotros posee la suficiente sabiduría como para poder enseñar a los demás e ir ampliándola con otras enseñanzas que vengan del exterior porque nadie nace sabiendo…. 

Ante todo la humildad y el estar abiertos a dar y recibir siempre que sea necesario…

miércoles, 8 de mayo de 2013

LA SEÑAL

Un señor muy creyente sentía que estaba cerca de recibir una luz que le iluminara el camino que debía seguir. 

Todas las noches, al acostarse, le pedía a Dios que le enviara una señal sobre cómo tenía que vivir el resto de su vida. 

Así anduvo por la vida durante dos o tres semanas en un estado semi-místico buscando recibir una señal divina. 

Un día, paseando por el bosque, vio a un cervatillo caído, tumbado, herido, que tenía una pierna medio rota. Se quedó mirándolo y de repente vio aparecer a un puma. La situación lo dejó congelado, estaba a punto de ver cómo el puma, aprovechándose de las circunstancias, se comía al cervatillo de un solo bocado. 

Entonces se quedó mirando en silencio, temeroso también de que el puma, no satisfecho con el cervatillo, lo atacara a él. Sorpresivamente, vio al puma acercarse al cervatillo y entonces ocurrió algo inesperado: en lugar de comérselo, el puma comenzó a lamerle las heridas. 

Después se fue y volvió con unas pocas ramas humedecidas y se las acercó al cervatillo con la pata para que éste pudiera beber agua, se fue y volvió con un poco de hierba húmeda para que el cervatillo pudiera comer… Increíble! 

Al día siguiente, cuando el hombre volvió al lugar, vio que el cervatillo aún estaba allí y que el puma otra vez llegaba para alimentarlo, lamerle las heridas y darle de beber. 

El hombre se dijo: “ésta es la señal que yo estaba buscando, es muy clara: Dios se ocupa de proveerte de lo que necesites, lo único que no hay que hacer es ser ansioso y desesperado corriendo detrás de las cosas”. 
Así que agarró su atadito, se puso en la puerta de su casa y se quedó ahí esperando que alguien le trajera de comer y de beber. 

Pasaron dos horas, tres, seis, un día, dos, tres días… pero nadie le daba nada. 

Los que pasaban lo miraban y él ponía cara de pobrecito mirando al cervatillo herido, pero no funcionaba… 

Un día, pasó un señor muy sabio que había en el pueblo y el pobre hombre que estaba muy angustiado, le dijo: 

- Dios me venga, me mandó una señal equivocada para hacerme creer que las cosas eran de una manera y eran de otra. ¿Por qué me hizo esto? Yo soy un hombre creyente… 

Y le contó lo que había visto en el bosque. 

El sabio lo escuchó y le dijo: - Quiero que sepas algo. Yo también soy un hombre creyente. Dios no manda señales en vano, te mandó esa señal para que aprendieras…- 

El hombre le preguntó: - ¿Por qué me abandonó?-. 








Y tú, ¿cómo te comportas como el cervatillo o como el puma?

lunes, 6 de mayo de 2013

LA CIUDAD DE LOS POZOS

“Esta ciudad no estaba habitada por personas como todas las demás ciudades, sino por pozos. Pozos vivientes, pero pozos al fin. 

Los pozos se diferenciaban entre sí, no sólo por el lugar en el que estaban excavados, sino también por el brocal (la abertura que los conectaba con el exterior). 

Había pozos pudientes y ostentosos con brocales de mármol y de metales preciosos; pozos humildes de ladrillo y madera y algunos otros más pobres con simples agujeros pelados que se abrían en la tierra.

La comunicación entre los habitantes de la ciudad era de brocal a brocal y las noticias se expandían rápidamente, de punta a punta del poblado.

Un día llegó a la ciudad una “moda” que seguramente había nacido en algún pueblecito humano: la nueva idea señalaba que “todo ser viviente que se precie debe cuidar mucho más lo interior que lo exterior. Lo importante no es lo superficial sino el contenido”.

Así fue como los pozos empezaron a llenarse de cosas. Algunos se llenaban de monedas de oro y piedras preciosas, otros, más prácticos, se llenaban de electrodomésticos y aparatos mecánicos. Algunos más, optaban por el arte y se llenaban de pinturas, pianos de cola y sofisticadas esculturas post modernas. Finalmente los intelectuales se llenaron de libros, de manifiestos ideológicos y de revistas especializadas.

Pasó el tiempo y la mayoría de los pozos se llenaron hasta tal punto, que ya no pudieron incorporar nada más.

Los pozos no eran todos iguales así que, si bien algunos se conformaron, hubo otros que pensaron que debían hacer algo para seguir metiendo más cosas en su interior…

El primero que se decidió, se le ocurrió, en lugar de apretar el contenido, aumentar su capacidad ensanchándose.

No pasó mucho tiempo antes de que la idea fuera imitada, todos los pozos gastaban gran parte de sus energías en ensancharse para poder hacer más espacio en su interior.

Un pozo pequeño y alejado del centro de la ciudad, empezó a ver a sus camaradas ensanchándose desmedidamente. Él pensó que si seguían así pronto confundirían los bordes y cada uno perdería su identidad…

Quizás a partir de esta idea se le ocurrió que otra manera de aumentar su capacidad era crecer, pero no lo ancho sino hacia lo profundo. Hacerse más hondo en lugar de más ancho.
Pronto se dio cuenta que todo lo que tenía dentro de él le imposibilitaba la tarea de profundizar. Si quería ser más profundo debía vaciarse de todo el contenido…

Al principio tuvo miedo al vacío, pero luego, cuando vio que no había otra posibilidad, lo hizo.

Vacío de posesiones, el pozo empezó a volverse profundo, mientras los demás se apoderaban de las cosas de las que él se había deshecho…

Un día, el pozo que crecía hacia adentro, se llevó una sorpresa: adentro, muy adentro, encontró agua!!

Nunca antes otro pozo la había encontrado…

El pozo superó la sorpresa y empezó a jugar con el agua del fondo, humedeciendo las paredes, salpicando los bordes y sacando agua hacia fuera.

La ciudad nunca había sido regada más que por la lluvia, que de hecho era bastante escasa, así que la tierra alrededor del pozo, revitalizada por el agua, empezó a despertar.

Las semillas de sus entrañas brotaron en pasto, en tréboles, en flores y en tronquitos endebles que se volvieron árboles después.

La vida explotó en colores alrededor del alejado pozo al que empezaron a llamar “El Vergel”.

Todos le preguntaban cómo había conseguido el milagro, él les decía: - ningún milagro, hay que buscar en el interior, hacia lo profundo… - .

Muchos quisieron seguir su ejemplo pero se les quitaba la idea cuando se daban cuenta de que para ir más profundo debían vaciarse de todas sus pertenencias.

Siguieron ensanchándose cada vez más para llenarse de más y más cosas.

En la otra punta de la ciudad, otro pozo decidió correr también el riego del vacío, y empezó a profundizar, hasta que llegó también, al agua.

Salpicó hacia fuera creando un segundo oasis verde en el pueblo.

- ¿Qué harás cuando se termine el agua?- le preguntaban- No sé lo que pasará, pero por ahora, cuanta más agua saco, más agua hay-.

Pasaron unos cuantos meses antes del gran descubrimiento.

Un día, casi por casualidad, los dos pozos se dieron cuenta de que el agua que habían encontrado en el fondo de sí mismos era la misma. Se dieron cuenta que se abría para ellos una nueva vida. No sólo podrían comunicarse, de brocal a brocal, superficialmente como todos los demás, sino que la búsqueda les había deparado un nuevo secreto y punto de contacto: La comunicación profunda que sólo se consigue entre sí.”

 

Aquellos que tienen el coraje de vaciarse de contenidos y buscar en lo profundo de su ser, podrán encontrar aquello que tienen para dar/ofrecer al resto…

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