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viernes, 22 de febrero de 2013

DUELO

 
Quién más y quién menos se ha encontrado en algún momento ante una situación de pérdida: de un ser querido, de un empleo, de una pareja, de un amigo o amiga.., incluso ante una mudanza podemos experimentar pérdida.

Existen muchas situaciones que nos hacen pasar por todo tipo de emociones: tristeza, preocupación, disgusto… No siempre uno está preparado para ello, por esto también podemos experimentar impresión o confusión ante la situación, así como sentirnos enfadados, engañados, aliviados, culpables, exhaustos o simplemente vacíos. Las emociones pueden ser más o menos intensas, más o menos profundas que lo habitual, o pueden estar entremezcladas de una manera que nunca antes habías experimentado.

Entran tantos factores diferentes y afectan a la persona de tan distintas maneras, que a algunas les cuesta concentrarse, o estudiar o comer cuando están atravesando etapas difíciles de su vida. Otras pueden perder el interés por actividades que antes solían disfrutar. También están las que se meten en juegos o empiezan a beber demasiado o comer en exceso. Así como las que se sienten adormecidas, como si nada hubiese ocurrido.

Todas estas emociones son reacciones naturales frente al duelo, ya sea por una muerte o cualquier otro tipo de pérdida.

Aunque cuando se habla de duelo, la mayoría de las personas piensan en una muerte, esto no es así, todos pasamos duelos por diferentes razones y/o situaciones. 

El duelo es el proceso de adaptación emocional que sigue a cualquier pérdida. Tiene una dimensión física, cognitiva, filosófica y de la conducta que es vital en el comportamiento humano. Se trata de una reacción principalmente
emocional y comportamental en forma de sufrimiento y aflicción, cuando el vínculo afectivo se rompe. Es un proceso natural y como tal debe tener su inicio y su final. El dolor es inevitable y sólo puede acabar con él el tiempo y uno mismo, porque el dolor también forma parte de la vida y está presente en nosotros circunstancialmente, de la misma forma que lo están la alegría o el amor.
La pérdida es psicológicamente traumática en la misma medida que una herida o quemadura, por lo cual siempre es DOLOROSA. Necesita un tiempo y un proceso para volver al equilibrio normal.

Cuando el duelo se debe a una muerte no tiene porque ser de una persona, la muerte de una mascota puede provocar fuertes sentimientos de aflicción. Algunas personas llegan a sorprenderse por lo dolorosa que puede llegar a resultar esta pérdida. Pero los lazos de amor que compartimos con las mascotas son reales y los sentimientos de pérdida y dolor que tenemos cuando mueren también lo son.

Durante este período difícil y triste experimentamos reacciones tanto psicológicas (ansiedad, tristeza, dificultades de concentración, rabia) como físicas (insomnio, pérdida del apetito, desgana), sociales (las relaciones que debemos reestructurar y los roles familiares que cambian) y en la conducta (retracción, retraimiento). Hay que tener en cuenta que para una buena elaboración y superación del duelo, no es aconsejable querer huir de esas sensaciones de dolor, pues no se pueden enfrentar si no se sienten. Lo contrario es la
negación de la pérdida, lo que llevaría a comportamientos totalmente desadaptativos (problemas psicosomáticos: insomnio, trastornos de ansiedad y depresión, problemas de salud, mayor incidencia de cáncer y enfermedades coronarias, etc).

Existe un problema en nuestra sociedad y es, el NO querer expresar las emociones dolorosas. Cuando hay una pérdida, sobretodo a nivel de fallecimiento, muchas veces, lo primero que se hace es medicarse para que la persona no esté "tan triste, para que no sufra"; se le prohíbe llorar: "no llores, no ves que te vas a poner peor"; "a él/ella no le gustaría verte así", "el tiempo lo cura todo", "para estar así, es mejor que se haya ido"..

El hecho de huir de la situación no la resuelve, el dolor emocional podemos posponerlo pero nunca evitarlo, siempre acaba emergiendo y con el tiempo se crece y surge de manera inadecuada.

Hay un miedo bastante extendido que es el expresar la propia vulnerabilidad. Nos da miedo hablar de todo lo que es incómodo y nos despierta sufrimiento. Pero las lágrimas de emoción ante una pérdida de un ser querido, son la manifestación más natural de amor que los seres humanos tenemos. ¿Por qué entonces tratamos de parar dicha expresión? Nos han enseñado a que no está bien, que mostrar emociones es ser inadecuado y que el dolor hay que llevarlo en la intimidad.

Mientras intentamos comprender la inmensidad de la pérdida, nos preguntamos ¿qué hacer en una situación tan desconocida para nosotros? Sobretodo cuando es la primera vez que sucede. Nos invaden multitud de dudas, preguntas y miedos y sentimos no poder resistir vivir una vida que, de repente, ha cambiado y nos sentimos totalmente desamparados para afrontar lo que nos parece un reto imposible: la vida sin aquello que había en mi vida.

No hay UN duelo, hay muchos duelos. Todas las personas no responden igual a la pérdida de un ser querido...

El transcurso del proceso desde que la pérdida se produce hasta que se supera, es a lo que se le llama la elaboración del duelo. Ésta, puede comenzar incluso antes de la pérdida, en el caso de que ésta se pueda prever con cierta antelación. A esto se le llama el preduelo. 

El duelo supone un proceso más o menos largo y doloroso de adaptación a la nueva situación. Elaborarlo significa ponerse en contacto con el vacío que ha dejado la pérdida, valorar su importancia y soportar el sufrimiento y la frustración que comporta.

La intensidad y duración del duelo depende de muchos factores: tipo de pérdida, si es muerte (esperada o repentina, apacible o violenta..), de la intensidad de la unión con el fallecido, de las características de la relación con la persona perdida (dependencia, conflictos, ambivalencia...), de la edad… No existe un tiempo fijo para vivir el duelo. Cada cual necesitará su tiempo. Y sólo nosotros podemos marcar el tiempo que necesita nuestro ser para poder considerarse recuperado. Todo ello a pesar, de que muchas veces nuestros familiares y amigos, al querer vernos vivir con normalidad, nos apremian para evitar también así su sufrimiento. Pero en última instancia somos nosotros mismos los que determinaremos y sabremos cuánto necesitamos…. 

Podemos decir que un duelo se ha resuelto, cuando somos capaces de recordar al fallecido, la situación, etc, sin sentir dolor, cuando hemos aprendido a vivir sin él o ella, cuando hemos dejado de vivir en el pasado y podemos invertir de nuevo toda nuestra energía en la vida y en lo que a partir de ahora nos deparará el futuro.
 


"La muerte termina con la vida de aquellos a quienes amamos, pero no le pone un punto final a nuestro amor por ellos. (...) Aún conservamos la relación única con aquellos con quienes convivieron. Su muerte no cancela los días en los que caminaron con nosotros. El tiempo que pasamos juntos no se borra de la historia. Aún tenemos recuerdos que podemos compartir con los demás. Aún sentimos la huella que dejaron en nosotros. Aún conservamos el legado de sus vidas, y la diferencia que hicieron en nuestra vida personal, familiar y comunitaria. Mantenemos intacta nuestra capacidad de amar y de sentir el amor de aquellos que han muerto. Cuando nos damos cuenta de estas cosas, podemos empezar a dejar ir lo que hemos perdido (su presencia) y empezar a atesorar lo que aún tenemos de ellos".

 
>>Próximamente más información, esto para empezar a conocer realmente lo que conlleva un proceso tan complicado como es el duelo.<<


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