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martes, 12 de marzo de 2013

FASES Y TIPOS DE DUELO

Seguimos con el duelo...

La muerte en los seres humanos se entiende y asume relacionada con la vejez. En estos casos comprendemos perfectamente que el ciclo de esa persona se ha completado y, sin casi nunca tener carácter benévolo (sólo cuando es capaz de evitar sufrimientos innecesarios), resulta menos duro asumirla en estas circunstancias. Lo complicado es cuando hablamos de otros tipos de fallecimientos (jóvenes, de imprevisto, niños…).
El duelo comienza en el mismo momento en el que se conoce la pérdida del ser querido y sus manifestaciones van cambiando a medida en que se van abordando las sucesivas fases y/o etapas. Suele evidenciar los mismos síntomas que una depresión, pudiendo ser el aparato emocional del comienzo muy superior al de un episodio depresivo mayor y su duración más corta. Aunque no se le llama síntomas puesto que el duelo no es una enfermedad, sino manifestaciones del mismo.

Se produce llanto incontenible, bloqueo emocional, sensación de que se debió haber hecho algo que no se hizo junto al fallecido o por el fallecido, recuerdos parásitos que despiertan a la menor estimulación intra o exteroceptiva, cese de la búsqueda del placer normal en el ser humano, aislamiento social, sensaciones físicas (estómago vacío, tirantez en tórax o garganta, hipersensibilidad a los ruidos, sentido de despersonalización, sensación de ahogo, boca seca), pensamientos de incredulidad, confusión, preocupación, comportamientos o conductas como sueños con el fallecido, trastornos del apetito por defecto o por exceso, conductas no meditadas dañinas para la persona (conducción temeraria), suspiros, frecuentar los mismos lugares del fallecido, etc.

Las tareas del proceso del duelo son el aceptar la realidad de la pérdida, experimentar la realidad de la pérdida, sentir el dolor y todas sus emociones, adaptarse a un ambiente en el cual falta la persona fallecida, aprender a vivir en su ausencia, tomar decisiones en soledad, retirar la energía emocional y reinvertirla en nuevas situaciones o relaciones. Y los objetivos del mismo se basan en aumentar la realidad de la pérdida, ayudar al afectado a expresar su afectividad así como a vencer los impedimentos que evitan el reajuste después de la pérdida, estimularlo para poder decirle "adiós" al fallecido y sentirse confortable en la nueva situación.

Así, que existe una primera fase inicial o de evitación, ésta es una reacción normal que surge como defensa y perdura hasta que el Yo consiga asimilar gradualmente el golpe. Shock e incredulidad, incluso negación y aislamiento. El shock sobretodo cuando la muerte es inesperada y pilla por sorpresa. Se produce parálisis, bloqueo emotivo, apatía y un dolor desgarrador, en función de la intensidad de éste. La negación permite amortiguar el dolor ante una noticia inesperada e impresionante; permite recobrarse. Actúa como defensa provisional y pronto es sustituida por una aceptación parcial. Esto puede durar desde horas hasta meses. El sentimiento que se experimenta es de tristeza profunda, que se suele expresar con llanto frecuente. Es el inicio del proceso de duelo y lo que oficializa la realidad de la muerte es el
entierro o funeral, que cumple varias funciones, entre ellas la de separar al muerto de los vivos, así como el tomar consciencia de lo evidente, que la persona ya no está.

En ocasiones pueden aparecer sentimientos de culpa por no haber hecho lo suficiente para poder salvar a la persona fallecida, por no haberle hecho más feliz mientras vivía, o la sensación de no haber podido expresarle sus sentimientos antes de morir. La cosa se agrava cuando, por las razones que sea, fallecido y afectado hubieran discutido o se hubieran enfadado.

A continuación viene la fase aguda de duelo: Dolor por la separación, desinterés por el mundo, preocupación por la imagen del muerto, incluso pseudoalucinaciones, la rabia emerge y suscita angustia. La negación es sustituida por la rabia, la envidia y el resentimiento; surgen todos los por qué. Es una fase difícil de afrontar; esto se debe a que la ira se desplaza en todas direcciones, aún injustamente. Suelen quejarse por todo; todo les viene mal y es criticable. Luego pueden responder con dolor y lágrimas, culpa o vergüenza. La familia y quienes los rodean no deben tomar esta ira como algo personal para no reaccionar en consecuencia con más ira, lo que fomentará la conducta hostil del afectado. Es un trabajo penoso el de deshacer los lazos que continúan el vínculo con el ser amado y reconocer la ambivalencia de toda relación; todas las actividades pierden significado en esta fase. Va disminuyendo con el tiempo, pero pueden repetirse en ocasiones como los aniversarios y puede durar 6 meses o más.
Ante la dificultad de afrontar la difícil realidad, surge el intentar llegar a un acuerdo para intentar superar la traumática vivencia. , haciendo un pacto o negociación con uno mismo. 

Cuando la pérdida no se puede seguir negando, viene la etapa de depresión, la persona se debilita, adelgaza, aparecen otros síntomas y se ve invadida por una profunda tristeza. Es un estado, en general, temporal y preparatorio para la aceptación de la realidad en el que es contraproducente intentar animar al afectado y sugerirle mirar las cosas por el lado positivo: esto es, a menudo, una expresión de las propias necesidades, que son ajenas a él. Esto significaría que no debería pensar en su duelo y sería absurdo decirle que no esté triste. Si se le permite expresar su dolor, le será más fácil la aceptación final y estará agradecido de que se lo acepte sin decirle constantemente que no esté triste. Es una etapa en la que se necesita mucha comunicación verbal, se tiene mucho para compartir. Tal vez se transmite más acariciando la mano o simplemente permaneciendo en silencio a su lado. Son momentos en los que la excesiva intervención de los que lo rodean para animarlo, le dificultarán su proceso de duelo. Una de las cosas que causan mayor turbación en las personas del entorno, es la discrepancia entre sus deseos y disposición y lo que esperan de ellos quienes los rodean.

Para terminar aparece la resolución del duelo, es la fase final. Es una gradual reconexión con la vida diaria y la estabilización de altibajos de la etapa anterior. Se produce la aceptación, han pasado por etapas en las que seguramente expresó sus sentimientos: su envidia por los que no sufren este dolor, la ira, la bronca por la pérdida y la depresión. Así contemplará el próximo devenir con más tranquilidad. No hay que confundirse y creer que la aceptación es una etapa feliz, en un principio está casi desprovista de sentimientos. Comienza a sentirse una cierta paz, se puede estar bien solo o acompañado, no se tiene tanta necesidad de hablar del propio dolor... la vida se va imponiendo y recomponiendo. Surge la esperanza, que es la que sostiene y da fortaleza al pensar que se puede estar mejor y se puede promover el deseo de que todo este dolor tenga algún sentido; permite poder sentir que la vida aún espera algo importante y trascendente de cada uno. Buscar y encontrar una misión que cumplir es un gran estímulo que alimenta la esperanza. 

Los recuerdos del ser desaparecido traen sentimientos cariñosos, mezclados con tristeza, en lugar del dolor agudo y la nostalgia.

Aunque, como hemos dicho anteriormente, el duelo no es una enfermedad, depende cómo se afronte puede llegar a convertirse… Esto va en función del tipo de duelo que cada persona pase:

En el duelo bloqueado, ocurre una negación a la realidad de la pérdida, donde hay una evitación del trabajo de duelo, y un bloqueo emocional-cognitivo que se manifiesta a través de conductas, percepciones ilusorias, síntomas somáticos o mentales o relacionales.

En el duelo complicado, aparecen síntomas o conductas de riesgo sostenidas en el tiempo y de intensidad elevada y con riesgo para la salud dentro de un contexto de pérdida. En ocasiones la víctima se queda anclada en el proceso de duelo; es decir, en la aparición de un duelo complicado influyen tanto las características de la muerte como los recursos personales y sociales de la persona. Podemos reconocer un duelo complicado cuando la persona ha sido incapaz de sentir nada durante meses después de la muerte de un ser querido o a la inversa, se siente atrapado en un sufrimiento implacable durante meses.

Por último, el duelo patológico, es la persistencia o intensidad de los síntomas la que ha llevado a alguno o varios de los miembros de la familia a detener la vida laboral, social, académica, orgánica.

Se ha de tener en cuenta que cada persona es diferente con lo que el poder superar el duelo dependerá mucho de la capacidad de afrontamiento del afectado así como de las circunstancias concursantes en el duelo.

El duelo termina cuando las tareas del proceso han sido finalizadas. La duración es directamente proporcional a la naturaleza de la pérdida (hijos, parejas...), a la manera en que tiene lugar (pérdida sorpresiva versus esperada) y las circunstancias en que quede el afectado tras la ausencia. Por lo tanto no hay respuesta concreta. El hablar de la persona desaparecida sin dolor es un indicador de que el duelo ha terminado. Hay personas que nunca completan el duelo reapareciendo la pena de vez en cuando.  
 
 

Cada persona es un mundo y como tal cada una lo pasa de diferente manera, tarda el tiempo que le marca su interior y lo expresa como puede o sabe.
 
¡ Ánimo! Te ayudamos a ayudarte. Si te sientes mal y necesitas ayuda no lo dudes más, llámanos: 93 013 67 47 / 655 811 696

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